La
Teoría de la Administración
- Los Fundadores -
I.
Introducción
El pensamiento administrativo surge al mundo disciplinario de la administración
en un período que coincide, naturalmente, con el origen y consolidación
de la revolución industrial inglesa. Su desarrollo, comparado
con el de otras disciplinas, ha sido relativamente rápido.
Desde los primeros trabajos de Robert Owen en cuestiones relacionadas
con el personal (1813) hasta la primera publicación de Frederikc
W. Taylor (1903), pasan 90 años y desde la primera obra científica
sobre administración escrita por Charles Babbage (1832) y por
Henry Metcalfe (1885), hasta Elton Mayo (1930), transcurren apenas98
y 45 años, respectivamente. Sin embargo, durante los 35 años
transcurridos entre la teoría de Taylor sobre la administración
de talleres, y la publicación de The Functions of the Executive
(1938), de Chester I. Barnard, el desarrollo del pensamiento administrativo
fue revolucionario y dio la pauta para consolidar la naturaleza de
la administración como actividad, disciplina y profesión.
No
obstante la brevedad del tiempo en que discurre la historia de la
teoría administrativa, es difícil ubicar excluyentemente,
con claridad y precisión, a los autores en el marco de las
diversas escuelas de pensamiento administrativo a lo largo de 166
años, desde su nacimiento hasta su estado actual. Muchos de
los autores se empalman entre sí, ya que sus ideas coinciden
con las de otros y se distinguen, a veces poco y a veces mucho, por
rasgos muy sutiles. Sin embargo, es posible decir que la teoría
administrativa puede asociarse con enfoques bien marcados y diferenciados
según el énfasis que le han dado a los factores o variables
de los que tratan. Así, por ejemplo, hay autores que han privilegiado
el trabajo, otros la estructura, otras más el factor humano
-la "máquina vital", de Roberto Owen-; también
están los pensadores que trataron el impacto y las interrelaciones
del entorno con la organización y los que abordaron, por su
parte, el papel y la importancia de la tecnología.
Hoy
en día, se pretende que existen otras variables sobre las que
se han ensayado las ideas gerenciales contemporáneas (calidad
total, reingeniería, quinta disciplina, down size, entre otras),
como lo son la eficiencia, el consumidor y la competitividad. No obstante,
la eficiencia ha sido siempre objeto de análisis de todas las
escuelas, y el famoso enfoque al cliente y a la competitividad fueron
a su vez tratados suficientemente por la escuela de sistemas y por
los autores ambientalistas, si bien no fueron tomados en cuenta oportunamente.
Empero, hay que admitirlo, estos últimos factores de análisis
se han hecho vigentes -por no decir que se han puesto de moda-, en
razón de las nuevas circunstancias que condicionan, hoy en
día, la forma en cómo se hacen los negocios en el mundo,
y consiguientemente, por los nuevos retos y desafíos que tales
condiciones imponen a las empresas, a la administración y a
sus administradores.
En
efecto, tanto la apertura como la globalización en los países
industrializados, y esos mismos fenómenos aunados a las crisis
económicas de los países subdesarrollados, han hecho
que los estilos y las técnicas con los que se administran las
empresas tengan que revisarse y transformarse. Por un lado los mercados
recesivos, que resultan del bajo nivel de ingreso de la población
y que hacen al consumidor más selectivo y exigente, por otro
la presencia de competidores foráneos, más eficientes
en costos y por lo mismo en precios, distorsionan el mercado para
las empresas nacionales, que por sus condiciones históricas
aún continúan con esquemas organizacionales y directivos
obsoletos, mismos que les impiden competir eficientemente a nivel
nacional e internacional.
Pero,
desde sus orígenes, las ideas administrativas han tenido en
cuenta estos factores; incluso, el economista Adam Smith ya mencionaba
los retos de las naciones frente a la división internacional
del trabajo, la competencia y la competitividad. Consiguientemente,
debemos tener en cuenta que los nuevos enfoques o escuelas administrativas,
de hecho, encuentran sus bases en las ideas primigenias de la administración
científica. En este sentido, ninguna escuela sustituye a la
otra, más bien unas a otras se complementan y los enfoques
contemporáneos son, en realidad, refinamientos de los originales.
En
las siguientes secciones expondremos las ideas de los principales
autores de la administración y el papel que han desempeñado
en el desarrollo del pensamiento administrativo. El orden en que se
tratan aquí obedece a dos criterios: el eje de análisis
de cada uno de ellos y su devenir en el tiempo.
II.
Los Fundadores de la Teoría Administrativa
La Administración Científica
-La búsqueda de la eficiencia-
En
términos generales, suele denominarse Administración
Científica o Gerencia Racional Científica, al conjunto
de ideas, métodos, principios y recomendaciones prácticas
que propusieron varios autores -la mayoría de ellos ingenieros,
economistas, sociólogos y psicólogos, dirigentes de
empresa y consultores-, influidos por el positivismo del siglo XIX
y principios del XX, con la finalidad de mejorar la gestión
gerencial y la eficiencia de las organizaciones.
Frank
Bunker Gilbreth nos dice que "Administración Científica
es simplemente el nombre para un intento de utilizar la ciencia en
la solución del complicado problema de aumentar la productividad
general para el bien de la mayoría; y lograr la justicia, la
mayor oportunidad, la comodidad y la felicidad para todos".
Curiosamente,
Gilbreth nos cuenta también cómo fue que se decidió
bautizar a la nueva administración -o sea, a los métodos
contrarios al empirismo-, como «administración científica».
Para los efectos de este documento, vale la pena citar al autor literalmente:
"Al
planear las audiencias ante la Comisión de Comercio Interestatal,
se encontró aconsejable decidir sobre un título breve,
mediante el cual pudiera identificarse y discutirse el tema de la
"Ciencia aplicada a la administración". Antes de
las audiencias, en una pequeña reunión de algunos de
los defensores del movimiento, en la que estuvieron presentes el señor
Luis Brandeis, ahora el Juez Brandeis, que defendía una mejor
administración en lugar de un aumento de tarifas de fletes,
hizo presente la necesidad de ese nombre. Finalmente, se decidió
el término Administración Científica por ser
el adecuado, libre de complicaciones personales, por encarnar las
ideas básicas de este nuevo tipo de administración,
de decisión "mediante medición". Como consecuencia
se utilizó el nombre de Administración Científica
que fue telegrafiado y enviado por correo a todo el mundo por las
noticias y los escritores técnicos; aunque el nombre de "administración
funcional medida" sugerida al mismo tiempo, quizá hubiera
sido más adecuado y más exactamente descriptivo del
objeto de la ciencia de la administración".
Sea cual fuere el origen de la administración científica
o simplemente el origen de su nombre, lo cierto es que la mayoría
de los autores modernos, a mi juicio equivocadamente, consideran que
la Administración Científica se circunscribe a un período
específico, dominado fuertemente por la personalidad de Taylor
en Estados Unidos y por Henri Fayol en Francia. Sin embargo, aún
después de este período, bien puede decirse que todas
las aportaciones surgidas en nuestra disciplina han sido inspiradas
por el espíritu de la ciencia, por su método y por sus
principios. Por lo tanto, toda la teoría administrativa creada
después del paradigma tayloriano, también puede y debe
llamarse científica.
Pero,
la Administración Científica es lo que es, no solamente
por la aplicación del método científico, sino
por dos razones más: a) por el hecho de que su discurso esta
complementado por ciencias formalmente constituidas -economía,
psicología, sociología, derecho, matemáticas,
antropología, entre otras-, y b) por el hecho de que busca
crear principios para mejorar la eficiencia organizacional, precisamente
en contra del empirismo. Así las cosas, empezaremos por describir
las aportaciones que al pensamiento administrativo se han hecho en
estos años, y que bien podríamos agrupar en cinco grandes
corrientes:
La
administración centrada en la racionalización del trabajo,
la administración enfocada a la estructura,
la administración en base al recurso humano,
la administración orientada por las interrelaciones "organización-ambiente"
y por último,
la administración en el eje de la tecnología.
Antecedentes
Como quedó establecido en el documento anterior (La Teoría
de la Administración), es una falacia argumentar que el término
«administración» signifique todo a la vez: actividad,
disciplina y profesión. Se tiene que distinguir el nivel dimensional
del que estamos hablando. En este paper hablamos de la administración
como disciplina, que es precisamente el resultado de teorizar la actividad,
de reflexionar sobre ella, de observarla para poder generar principios
generales. Por ello hablamos de autores y los que primero teorizaron
fueron los que pusieron énfasis en la producción y en
el trabajo de los operarios en la línea.
La
necesidad de disciplinar la administración surge del advenimiento
de la revolución industrial inglesa que proyecto su luz entre
1700 y 1785, período "durante el cual una nueva generación
de administradores se desarrolló con sus propios conceptos
e ideas". Por lo tanto, los primeros teóricos de la administración
fueron ingleses y particularmente economistas, que eran los científicos
sociales y los pensadores que en la época gozaban de mayor
prestigio. El movimiento de la revolución industrial fue de
tal magnitud, que logró -por primera vez en la historia de
la humanidad-, cambiar dramáticamente a un país, Inglaterra,
de una nación agraria, terrateniente y rural, a una nación
industrial y comercial, que llegó a dominar el mundo.
En
este sentido, resulta claro que las más importantes innovaciones
administrativas fueron en el orden de la organización de la
producción, la cual cambió de un sistema doméstico
y artesanal, basado en los gremios medievales, a sistemas tecnológicos
y fabriles. La introducción de estos sistemas de manufactura
en fábricas efectuó sensibles cambios en los modos de
manejar los materiales y los inventarios, de controlar la producción
y las finanzas, la logística de compra, almacenamiento y transporte,
los sistemas de contabilidad y venta, los sistemas de pago a los obreros,
entre otros. En este contexto, la necesidad de planear empezó
a reconcocerse, sobre todo en materia de localización de fábricas;
la función directiva comenzó a tener importancia, sobre
todo al nivel del supervisor, para poder garantizar la ejecución
uniforme de las órdenes. Sin embargo, como afirma Claude S.
George, la verdadera raisón d’etre del supervisor era
garantizar que el operario rindiera al máximo.
Economistas
como James Stewart, Adam Smith, J.B. Say, J. S. Mill, Alfred Marshall,
entre otros, hicieron contribuciones importantísimas al pensamiento
administrativo. Particularmente, Adam. Smith, en los primeros tres
capítulos de An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth
of Nations (1793), discute la naturaleza e importancia de la división
del trabajo tanto para la industria como para la administración.
Es casi generalizado pensar que los estudios de «tiempos y movimientos»
son obra de Frederick W. Taylor y de los esposos Gilbreth, augurados
incluso por Charles Babbage. No obstante, Adam Smith dedicó
el primer capítulo de su libro a realizar observaciones acerca
de este asunto. John Stuart Mill, 6 años antes que Babbage,
sugirió los estudios de tiempos y movimientos en su conocida
obra Elements of Political Economy (1826).
Richard
Arkwriht, proporcionó la técnica administrativa "para
la exitosa coordinación de hombres, dinero, materiales y máquinas
en la producción a gran escala". De Arkwriht se ha dicho
que su habilidad para organizar, coordinar y planificar fueron extraordinarias.
Se ha dicho que "este extraordinario capitalista personificó
al nuevo tipo del gran manufacturero, que sin ser ingeniero, ni comerciante,
reúne, sin embargo, las principales características
de ambos .. () ...tales como fundador de grandes compañías,
organizador de la producción y líder de hombres".
Una
de las primeras aplicaciones de la administración científica,
tal como se le ha definido aquí, puede encontrarse en la Fundición
Soho de Bonton, Watt y Compañía, empresa en la que se
encuentran evidencias concretas de haber practicado pronósticos
e investigaciones de mercado, localización de planta, estudios
de distribución de máquinas en función de las
necesidades de los flujos del trabajo, establecimiento de la uniformidad
en la producción, planificación de la producción,
contabilidad y control de costos, adiestramiento de obreros, estudios
e incentivos de trabajo y programas de bienestar para empleados.
Posteriormente,
la administración de los herederos de los fundadores, calculó
la velocidad de producción para cada máquina y ajustó
esa velocidad al tipo de trabajo efectuado, anticipándose así
a los escritos de Taylor en casi un siglo. Sin embargo, se trata de
prácticas llevados a cabo por los administradores de la compañía
sin que hayan sido escritas y sin que tampoco hallan intentado obtener
principios de aplicación generalizada. No fueron, por lo tanto,
autores en el sentido estricto de la palabra, pero se trata indudablemente
de antecedentes valiosos que indican cómo en las fábricas
hubo administradores que trataron de sistematizar su quehacer dejando
de lado las operaciones empíricas, "a ojo de buen cubero",
como les llamaría el propio Taylor.
Pasemos
ahora a revisar sucintamente las ideas de los primeros autores formales
de la administración científica.
Autores
Centrados en la Racionalización del Trabajo
Estos autores centran sus enfoques en la búsqueda de métodos
para racionalizar el trabajo en los niveles operativos de la empresa,
reduciendo los costos de operación y mejorando así la
eficiencia. Sus análisis se ubican en torno a las industrias,
por lo que no es extraño que también se les considere
fundadores de la ingeniería industrial.
CHARLES
BABBAGE
(1792-1871)
Charles
Babbage, un destacado matemático inglés, es una personalidad
célebre porque generó, en 1832, dos anticipaciones sorprendentes
para la administración y para la teoría administrativa.
Por un lado, es el precursor de la actual computadora electrónica,
pues con su afán de simplificar y acelerar los cálculos
numéricos inventó una máquina diferencial que
constituye obligado tema de estudio para los estudiosos de la informática
moderna. ¿Qué harían actualmente las empresas
y sus administradores sin este vital recurso tecnológico? Por
otro, Babbage estudió los métodos usados en muchas fábricas
y, cuando sin éxito trataba de descubrir algunos prototipos,
percibió la existencia de ciertos principios que parecían
poder extenderse por muchos establecimientos.
Así,
53 años antes que Henry Metcalfe y 71 años antes que
Frederick W. Taylor, Babbage enunció la premisa básica
que con el tiempo condujeron tanto a Metcalfe como a Taylor, a establecer
sus respectivas proposiciones y a construir con ello el edificio de
la Administración Científica y, más propiamente,
de la propia teoría administrativa. ¿Cuál fue
esta premisa? Fue la siguiente:
"...que
existen principios definidos de administración y que éstos
pueden determinarse mediante la experiencia y que además, pueden
aplicarse extensamente a través del intercambio de esta experiencia...".
Típicamente asociado a la búsqueda de la eficiencia
organizacional por medio de los procesos en el nivel operativo, Babbage
considera que "el principio más importante sobre el que
descansa la economía de la producción es la división
del trabajo entre las personas que realizan la labor". Este principio
habría de ser retomado por Henri Fayol en 1916, 84 años
después, al presentarlo como uno de sus célebres «14
principios de administración», en su clásica obra
Administration Industrielle et Généralle.
Para
el autor, los beneficios de la división del trabajo están
más vinculados con el operario que con la sociedad. Él
afirma que la división del trabajo no aumenta la riqueza general
de la comunidad, pero si aumenta los beneficios que los individuos
obtienen de su trabajo, pues es mejor especializarse en algo, que
trabajar en todo. También afirma Babbage que la división
del trabajo opera mejor en países industrializados y en artículos
en los que existe una gran competencia entre productores. Finalmente,
luego de explicar cómo se da la producción de alfileres
en Inglaterra, enlista lo que él considera son las principales
ventajas de la división del trabajo cuando se implanta adecuadamente
en las empresas. Tales ventajas son:
Los
operarios dedican menos tiempo al aprendizaje de sus tareas pues es
más fácil aprender una sola operación que el
conjunto del proceso.
Se elimina la pérdida de tiempo al pasar de una operación
a otra, pues el operario se especializa en la suya.
Los operarios adquieren gran habilidad por la frecuente repetición
de los mismos procesos.
Propicia la invención de herramientas y maquinaria para realizar
los procesos.
El siguiente autor también comparte con Babbage la tesis de
que es posible encontrar en la práctica administrativa, un
conjunto de elementos que pueden sistematizarse y que son comunes
a varias operaciones, de donde deducen que es posible hallar principios
que los enuncien de modo general.
HENRY
METCALFE
(1847-1917)
El
capitán Henry Metcalfe fue un oficial de carrera del ejército
norteamericano, quien por primera vez usó la expresión
«administración científica», cuando en su
libro The Cost of Manufactures and the Administration of Workshops,
Public and Private, publicado hace 113 años (1885), expresó
que:
"Se
puede afirmar, como principio general, que en tanto que el Arte busca
producir ciertos efectos, la Ciencia se preocupa, principalmente,
por la investigación de las causas de esos efectos".
Continúa Metcalfe:
"La
administración de arsenales y otros talleres es, en gran medida,
un arte y descansa en la aplicación de determinados principios
a una gran diversidad de casos que conjuntamente constituyen lo que
se puede llamar la ciencia de la administración."
Mucho antes que Frederick W. Taylor, en su clásico libro The
Shop Management, (1903), el término «científico»
fue aplicado al ámbito de la administración por Metcalfe,
tal y como dictaba el espíritu del positivismo, tan propio
del siglo XIX. Desde entonces, el término «ciencia»,
muy imbuido del aristotelismo, ha variado tanto para la ciencia misma,
como para la propia administración. De hecho, esta variación
en el sentido de la palabra «ciencia», matiza las discusiones
actuales acerca de si la administración es o no es una ciencia,
o si por el contrario tan solo es «científica».
Para
Metcalfe, existe un conjunto de principios que pueden aplicarse a
una gran variedad de casos, y en estos principios se basa "la
ciencia de la administración". Además, tales principios
son susceptibles de construirse por medio de la observación,
ya que pueden registrarse para luego hacer comparaciones y comprobaciones.
Es decir, que a través de la experiencia es posible someterlos
a prueba. Esta aseveración de Metcalfe esta fuertemente matizada
del espíritu experimental del método de la ciencia:
la observación, el registro, la comparación y la comprobación,
todo con base en la realidad empírica, el positivismo, pues,
y es, consecuentemente, en 1885, una importantísima aportación
a la formación de la teoría administrativa.
En
su libro, The Cost of Manufactures ..., Metcalfe, graduado en West
Point en 1868, describe un sencillo sistema pionero para el control
de costos y materiales, cuyo mérito básico son dos aspectos:
1) que proporciona una corriente continua de información, y
2) que distribuye con gran precisión la responsabilidad. Como
militar, Metcalfe fue asignado al Departamento de Armamentos y como
superintendente de varios arsenales descubrió y aplicó
los métodos de administración científica que
describe en su clásico libro, publicado 18 años antes
de que F.W. Taylor publicara su también célebre libro
The Shop Management.
Incluso,
el razonamiento que Metcalfe emplea para lograr la eficiencia es similar
a la de Taylor. Por ejemplo, él afirma que "el objeto
(sic) de este libro es exponer cómo se puede determinar el
costo de la administración, tanto en conjunto, como en sus
detalles más remotos, mediante esos medios impersonales e invariables
que hacen que su registro pueda contemplarse siendo tan absolutamente
exacto, como el de cualesquiera otra serie de observaciones similares
extensas." Como Taylor, en su «best way», Metcalfe
piensa que "junto con esto viene un método de administración
que reduce sus trabajos a un mínimo", contribuyendo así
a la eficiencia total. Para Metcalfe, una vez admitida la eficacia,
la excelencia de una administración se mide universalmente
por su costo y este se minimiza reduciendo al mínimo las operaciones
de trabajo.
HENRY
R. TOWNE
(1844-1924)
Si
el capitán Metcalfe sugería registrar la experiencia
vivida en un negocio en particular para después utilizarla
como guía, Henry Robinson Towne dio un paso adelante al abogar
por un intercambio de experiencias entre los gerentes de servicios
de diferentes compañías, asesorados por la Sociedad
Norteamericana de Ingenieros Mecánicos, de modo que se establecieran
así las bases para consolidar la ciencia de la administración.
Si bien esta propuesta presentada a la citada Sociedad de Ingenieros
Mecánicos en su célebre discurso El ingeniero como economista
(1886), no tuvo el éxito que esperaba, si pudo sembrar en cambio
la semilla del enorme desarrollo que la teoría de la administración
tuvo desde que Taylor apareció en la escena.
Henry
R. Towne fue presidente de la compañía manufacturera
Yale & Towne, durante 48 años, durante los cuales fue un
entusiasta promotor en la implantación de novedosos métodos
administrativos en las plantas de su empresa. La personalidad de Towne
fue decisiva, si no tanto por sus aportaciones, si en cambio por el
influjo e inspiración que su conferencia El ingeniero como
economista tuvo en la mente de Frederick W. Taylor, quien probablemente
haya decidido, con tal inspiración, dedicar el resto de su
vida a la administración científica.
Los
editores de Industrial Management, The Engineering Magazine, no dudan
en proclamar a Towne como "el incuestionable pionero de la administración
científica".
¿De
qué habla Towne en El ingeniero como economista? El conferenciante
destaca que la administración de taller es tan importante como
la administración de ingeniería en la eficiente dirección
de una empresa. Towne pedía que la administración se
reconociera como ciencia con sus propia literatura, revistas y asociaciones,
elementos que podrían ayudar a realizar el anhelado intercambio
de experiencias y conocimientos, lo cual ayudaría indudablemente
a crear los cimientos de una suerte de doctrina colegiada de la administración
científica. Dice Towne:
"Hay
muchos buenos ingenieros mecánicos y también hay muchos
buenos hombres de negocios, pero rara vez se combinan ambos en una
sola persona ...()...esta combinación de cualidades, junto
con alguna habilidad como contador, en una persona o en más,
es esencial para la administración de establecimientos industriales,
y alcanza su eficacia más elevada si se reúne en una
sola persona...".
Con este argumento Towne fundamenta la necesidad de intercambiar experiencias
acerca de los logros administrativos.
En
una segunda conferencia titulada Reparto de ganancias (1896), Towne
sostiene que el reparto de utilidades no es un ajuste equitativo ni
tampoco una solución correcta a un problema económico,
pues la ganancia que un departamento obtenía podía perderse
en otro. Esta tesis le llevó a abogar porque se determinara
de modo preciso el costo de cada elemento de la producción.
En
su tercer ensayo titulado La evolución de la administración
industrial (1921), Towne compara el estatus de la administración
científica de 1886 con la de 1921 y registra ya el establecimiento
de cursos de administración industrial en escuelas técnicas
y en universidades. En este documento, Towne acredita a Frederick
Winslow Taylor como "el apóstol del movimiento científico"
de la administración.
Para
muchos, Claude S. George entre ellos, "la principal contribución
de Henry R. Towne a la administración fue que fijó el
clima y la atmósfera propicia para la posterior aplicación
de métodos científicos".
FREDERICK
WINSLOW TAYLOR
(1856-1915)
La
personalidad de Taylor, nacido en Filadelfia, es dominante en la historia
de la administración; procedente de una familia de cuáqueros,
secta protestante de principios rígidos, y educado por lo tanto
en el contexto de una mentalidad de disciplina, devoción al
trabajo y al ahorro, no pudo menos que aportar elementos para crear
una administración basada en la racionalidad, la economía
de recursos y la eficiencia. Taylor fue productor, ejecutivo e inventor
de herramientas y máquinas y al final de su vida se dedicó
a la consultoría y a dictar conferencias en las que buscó
difundir, promover y defender sus ideas, sobre todo ante el Congreso
norteamericano, que lo acusaba de forzar a los obreros a trabajar
bajo condiciones de explotación, en una clara tergiversación
de sus ideas. Es famoso el testimonio de Taylor ante la Comisión
Especial de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos
(1912),
formada para investigar el Sistema Taylor y otros sistemas de administración
de talleres. En ese testimonio que Taylor titula ¿Qué
es la administración científica?, expone y defiende
ardientemente sus ideas principales, aclarando a su vez los mal entendidos
que sobre su sistema se habían comentado en la prensa de su
país. Más adelante, presentamos un extracto de ese discurso.
En
Taylor, la administración científica -también
conocida como "el sistema Taylor" o bien como "la organización
racional del trabajo"-, se explica en función de tres
ideas fundamentales:
La
aplicación del método científico (observación,
registro, comparación, comprobación y generalización)
a la solución de problemas de fábrica.
La obtención de principios de observación general.
La aplicación de estos principios en sustitución de
los métodos empíricos entonces en uso.
Un ejemplo muy detallado de cómo Taylor aplicó los métodos
que luego llegaron a denominarse administración científica,
aparece en su obra más famosa The Shop Management (1903) que
presentó ante la Sociedad Norteamericana de Ingenieros Mecánicos,
en ese mismo año. No obstante, el pensamiento administrativo
de Taylor se expone con claridad en The Principles of Scientific Management,
que en realidad es un discurso suyo pronunciado en una conferencia
sobre la materia celebrada en la Amos Tuck School, Dartmouth College
en 1911.
En
este discurso, Taylor relata las fábulas ocultas detrás
de dos piedras miliarias (sic) de la historia de la administración:
1) Su estudio de "la ciencia" del paleo de carbón
en la Bethlehem Steel Company y 2) sus experimentos en la técnica
del corte de acero en la Midvale Steel Works.
De
su testimonio de exposición y defensa de su sistema ante la
Cámara de Representantes del 25 de enero de 1912, presentamos,
por su importancia, el siguiente extracto:
"La
administración científica no es ningún plan de
eficiencia, ni una especie de programa para asegurar la competencia,
ni es un grupo de proyectos eficientes. No es un sistema nuevo de
expresar en números los costos ni una forma nueva para pagar
a los obreros; no es un sistema de pago a destajo, ni un sistema de
bonos o primas; no es asignar un cronómetro a un trabajador
y poner por escrito los datos referentes a él; no es un estudio
de tiempo; no es un estudio de movimientos ni un análisis de
éstos en los sujetos; no es la impresión de una o dos
toneladas de formularios distribuidos a un grupo de hombres para decirles:
"He aquí vuestro sistema, utilizadlo". No es dirección
dividida ni dirección funcional; no es ninguno de los planes
que el hombre medio se figura cuando se habla de administración
científica .... la administración científica
no es ninguna de estas invenciones .... () No estoy hablando con desprecio
de los sistemas de registro de costos, del estudio del tiempo, de
la dirección técnica, ni de ningún plan nuevo
y perfeccionado de pago a los obreros, ni de ningún programa
de eficiencia, si es que realmente hay programas que contribuyan a
la eficiencia, yo creo en ellos ....; pero lo que estoy haciendo resaltar
es que esos planes, en todo o en parte, no son administración
científica; son anexos útiles de la administración
científica, como también son anexos otros sistemas de
administración.
En esencia, la administración científica implica una
revolución mental completa por parte de los trabajadores de
cualquier establecimiento o industria, una revolución mental
completa por parte de esos hombres en cuanto a sus deberes respecto
a su trabajo, a sus compañeros y a sus patrones. E implica
la revolución mental igualmente completa por parte del sector
directivo, el encargado, el superintendente, el propietario del negocio,
la junta directiva, una revolución mental completa en cuanto
a sus obligaciones hacia sus compañeros de trabajo en la administración,
hacia sus obreros y hacia todos los problemas diarios de éstos.
Y sin esta revolución mental, completa en ambos lados, la administración
científica no existe...."
Taylor es famoso por sus estudios de tiempos y movimientos y por su
permanente búsqueda del best way. Sin embargo, la obra de Taylor,
con todo y sus impactos en la gerencia reacional y científica,
es más bien una fuerte contribución a la ingeniería
industrial.
HENRY
LAWRENCE GANTT
(1861-1919)
Gantt,
célebre por sus famosas gráficas de Gantt, fue durante
muchos años cercano colaborador de Taylor, de quien se separó
más tarde para dedicarse a la consultoría de modo independiente.
De este hecho, se desprende que sus puntos de vista sobre la administración
son muy semejantes en varios aspectos, no así en otros. Por
ejemplo, de la actitud austera de Taylor, muy marcada por su religión,
y muy centrada en el análisis de los procesos de trabajo para
resolver los problemas, Gantt, en cambio, prestaba más atención
al hombre que ejecutaba tales procesos, pues consideraba que tan importante
eran los métodos de trabajo (el best way) como la buena disposición
y la actitud del operario, así como estar lo suficientemente
instruido y habilitado para el trabajo. Es decir, hacer que los obreros
tengan conocimientos y habilidades para realizar sus tareas. Gantt,
a pesar de ser ingeniero, igual que Taylor, y a pesar de abocarse
a los «problemas de la línea del operario», pensaba
ya en lo importante que era la motivación como factor de productividad
y eficiencia. En su ponencia presentada en la Society of Mechanical
Engineers (1908), sostiene que "los hábitos de diligencia
son mucho más valiosos que cualquier clase de conocimiento
o destreza, porque con esos hábitos como base se simplifica
el problema de la adquisición de conocimientos y habilidades."
Su
enfoque en la motivación se destaca en la citada conferencia,
en la que Gantt describe un sistema de tareas y de bonos de pagos
de salario que bien ejemplifica su preocupación por la motivación.
Tal sistema influyó los métodos de compensación
tal y como ahora se les conoce. También pensaba Gantt en la
importancia que tenía que los hombres de negocios se preocuparan
por capacitar y dirigir a su personal, y estaba muy convencido que
en esto radicaba la técnica administrativa del futuro: educar
para el trabajo y dirigir al personal hacia las metas, y no como se
hacía en su tiempo: forzar. Dice Gantt al respecto:
"...
se ha encontrado que lo más útil es un instructor, una
tarea y un bono. Por regla general, la gente prefiere trabajar a la
velocidad y de la manera acostumbradas, pero está dispuesta
a trabajar a cualquier velocidad y en cualquier forma razonable, si
se ofrece incentivo suficiente para hacerlo así y si se adiestra
para ser capaces de obtener la recompensa."
Respecto
del sistema de bonos, Gantt señala que "para marcar tareas
tenemos que saber de antemano qué trabajo hay que hacer y quién
lo va a hacer. Para pagar un bono tenemos que saber, después
de realizado el trabajo, si se llevó a cabo exactamente según
lo especificado." La idea de controlar mediante procedimientos
de evaluación aparece en Gantt con una finalidad concreta:
cuando se tienen medios para asignar tareas y medios para saber si
los resultados obtenidos son los deseados, "la producción
de la fabrica aumenta siempre y se reduce el costo de fabricación".
El
pensamiento de Gantt es importante ya que es el primero en considerar
la importancia de la administración para la sociedad, y no
nada más para la empresa y los negocios. Se trata, para la
época y las circunstancias, de una idea ciertamente insólita,
pues Gantt solicitaba el retorno del servicio público del negocio,
del que creía que la administración se había
separado. Esta tesis ganttiana es hoy vigente, sobre todo cuando se
analizan las responsabilidades que las empresas tienen hoy en día
para con las comunidades en materia de servicio y contaminación.
Este enfoque cobró fuerza en los años treinta en los
Estados Unidos, y desde entonces se ha divulgado por el mundo.
En
relación a la función social de la administración,
Henry Gantt afirma:
"La
lección es esta: el sistema de negocios tiene que aceptar su
responsabilidad social y consagrarse fundamentalmente al servicio,
o la comunidad hará el intento, finalmente, de apoderarse de
él con el fin de manejarlo en su propio interés".
Con esta tesis, cerramos el espacio dedicado a Henry Lawrence Gantt,
uno de los primeros autores en considerar el aspecto humano del trabajo
y de la motivación; al mismo tiempo, es uno de los autores
menos considerados en la bibliografía administrativa.
FRANK
BUNKER GILBRETH & LILLIAN MOLLER GILBRETH
(1868-1924)
Los
esposos Gilbreth, al igual que Gantt, mostraron un gran interés
tanto por los seres humanos como por su esfuerzo de trabajo. El resultado
de este interés fue el desarrollo de los estudios de movimientos
como técnica administrativa básica. Los Gilbreth concluyeron
que la productividad del individuo dependía de la actitud,
oportunidad y ambiente físico, así como del empleo de
métodos correctos y del equipo ideal. Frank, en su Primer of
Scientific Management (1912) y Lillian en su The Psichology of Management,
(1914), conjuntan ideas que les lleva a exponer el famoso «plan
de promoción en tres posiciones», que se adelanta unos
70 años a lo que ahora suele llamarse "desarrollo sistemático
de personal".
Los
Gilbreth, sobre todo Frank, hicieron hincapié en la medición
como factor esencial que distingue y califica a la administración
como científica. Respecto de la medición el autor señala:
"Para
obtener los mejores resultados, hay que registrar, medir, juzgar y
conservar lo mejor de la práctica actual. En el pasado -agrega
Gilbreth-, no hubo una nación que se viera tentada a estandarizar
como resultado de la medición, lo mejor que se conocía
respecto a métodos de trabajo y administración".
Otro
énfasis de Frank fue su idea de que la administración
tiene una relación determinante con el progreso de una nación
entera y no solamente con la fábrica. Muy parecida esta tesis
con la de Gantt, cuando éste hablaba del servicio público
de la administración.
Respecto
del impacto de la administración en la prosperidad de la nación,
Gilbreth nos indica lo siguiente:
"Esta
es la edad de la medición. Se marca una época en el
desarrollo de una nación, cuando hace inventario de su eficiencia
y reúne registros detallados de los métodos y dispositivos
favorables para realizar el trabajo, con objeto (sic) de que todos
puedan utilizar la mejor forma disponible, siempre que se encuentre".
Más adelante, Gilbreth asienta: " El propósito
de este escrito -se refiere al que estamos citando-, es mostrar por
qué la ciencia de la administración constituye una pieza
importante para alcanzar, y en especial mantener, la prosperidad nacional".
Gilbreth
piensa que es necesario, además de observar minuciosamente
las condiciones presentes, "pensar las cosas con detalle",
es decir, volver a lo fundamental y preguntarse uno mismo, como administrador,
no solamente lo que es eficaz, sino cómo y por qué lo
es. La ciencia de la administración, en consecuencia, nos dice
qué es eficaz, decide con exactitud cómo lo es y nos
explica por qué.
Una
cosa resulta fundamental en Gilbreth: parece ser él, el primero
en cuestionarse de modo implícito, -luego de narrar "cómo
obtuvo su nombre la administración científica"-,
«qué es lo que es» exactamente la administración:
¿es ella misma una ciencia "per se", o se trata solamente
de la existencia de una ciencia aplicada a la administración?
En el primer caso estaremos asistiendo al nacimiento de un nuevo campo
del conocimiento , una suerte de administrología (¿existe
tal ciencia?). En el segundo caso, lo que tenemos es únicamente
una metodología aplicada a «lo administrativo»,
de la misma manera que existe una metodología científica
aplicada a la comunicación.
La
obra de los Gilbreth es muy importante en la administración;
no es cierto que haya sido Elton Mayo el primero en tratar los asuntos
psicológicos de la administración, como tampoco puede
decirse que hayan sido los Gilbreth los mejores en tratarlos. Sin
embargo, hasta este momento, parece claro que la administración,
lejos de nacer de los administradores, nace en realidad de los ingenieros.
HARRINGTON
EMERSON
(1853-1931)
Según
Duncan, Emerson realizó sus estudios en varios países
europeos (Alemania, Inglaterra, Italia, Grecia, entre otros), lo cual
lo posibilitó para hablar 19 idiomas y a los 23 años
de edad era ya Jefe del Departamento de Idiomas Extranjeros Modernos
en la Universidad de Nebraska, actividad que luego abandonó
para dedicarse a actividades empresariales.
Como
ingeniero consultor realizó investigaciones económicas
y de ingeniería en ferrocarriles en varias partes de Estados
Unidos, introduciendo sistemas novedosos para el registro contable
de los costos y las operaciones ferrocarrileras. Su experiencia fue
tal que llegó a ser considerado como el primer ingeniero de
la eficiencia. En su escrito La Eficiencia como base de las operaciones
y los salarios (1908), en el que por cierto comparte con Taylor la
idea de prosperidad, Emerson indica: "Si los humanos pudiesen
ser tan eficientes como la naturaleza, no habría pobreza ni
beneficencia".
Para
Harrington Emerson, el problema de la ineficiencia humana puede resolverse
de dos maneras:
Imaginando
métodos que permitan capacitar a las personas "al máximo
de lo que ellas puedan hacer" en relación con la tarea
o con los fines establecidos, puesto que las personas son eficientes
solo al 60% al realizar sus objetivos de trabajo.
Diseñando formas de fijación de objetivos que requieran
"el mayor desempeño posible", en razón de
que las eficiencias actuales son menores del 1% de nuestras capacidad
real.
Sin embargo, Emerson aclara que, en cuanto al desempeño de
los empleados, "la eficiencia es inalcanzable para los sobrecargados
de trabajo, los mal pagados y los brutalizados". Para el autor,
la eficiencia se alcanza "cuando la cosa correcta se hace de
la manera correcta, por el empleado adecuado, en el lugar y en el
tiempo debidos".
Cinco
años después de sus primeras reflexiones escritas, Emerson
perfecciona sus ideas sobre la eficiencia y escribe su libro Los Principios
de la Eficiencia (1913), en el que señala 12 principios y en
el que sostiene que la eficiencia produce mejoras ya que las personas
"trabajan más inteligentemente y no más duramente".
Se trabaja inteligentemente cuando se sabe el ideal para el cual se
trabaja.
El
principio fundamental que Emerson postula es el que afirma que "las
personas trabajan con el máximo provecho cuando conocen las
metas por cuya obtención deben esforzarse". El autor,
con profundo fervor evangélico, sostiene que más que
objetivos y metas, deberíamos hablar de "ideales"
y es así como redacta "El primer principio de Eficiencia:
Ideales claramente definidos". Aquí, Emerson escribe lo
que hoy nos parece una obviedad: "Es necesario que la Administración
inculque a los trabajadores objetivos claros, pues de lo contrario
los trabajadores habrán de fijarlos por inspiración
propia y esta desvinculación de ideales genera vaguedad, desorientación
e incertidumbre en las empresas."
Emerson
les lanza un desafío a los administradores: "O establecen
sus propios ideales y rechazan todos los principios de eficiencia
que no convengan a sus propios objetivos, o por el contrario, aceptan
los principios de eficiencia y la organización derivada de
ellos y crean los ideales elevados que corresponden a ésta."
Este
primer principio de la eficiencia es definitivo en la práctica
de la administración contemporánea, y constituye la
base de lo que Peter Drucker propondría, hacia los años
sesenta, como la «administración por objetivos».
Por otra parte, las empresas guiadas por la planeación estratégica,
hoy en día, redactan declaraciones en las que establecen su
filosofía empresarial y como componente importante de esa filosofía
colocan a la misión de la empresa a la cabeza de sus planes.
Buscan después que el personal asuma los principios de esa
misión como propios para, finalmente, lograr que se conviertan
en parte vital de la cultura organizacional de la empresa.
Los
famosos 12 principios de Emerson son los siguientes:
Saber
lo que se está tratando de lograr.
Sentido común para distinguir entre los árboles y el
bosque.
Buscar el consejo de personas competentes.
Obediencia estricta.
Rectitud y justicia.
Tomar decisiones fundadas en los hechos.
Planificación científica de todas las actividades, integrándolas
hacia un mismo fin.
Fijar un método y un tiempo estándar para ejecutar las
tareas.
Uniformidad en las condiciones del medio ambiente.
Uniformidad del método.
Instrucciones por escrito de la práctica estándar.
Recompensar la ejecución exitosa de una labor.
Dice Emerson que la eficiencia también es el resultado del
tamaño de la empresa e indica que cuando las fábricas
y las plantas son muy grandes y complejas, su gestión se hace
poco efectiva y entonces el remedio es la descentralización
y la gradual reducción de su tamaño hasta encontrar
el tamaño ideal.
Emerson
estableció, "un concepto moderno de lo que debería
ser la eficiencia y los principios que habrían de garantizar
su logro. Pero los principios no bastan, hacen falta herramientas
que nos permitan determinar cómo, cuándo y de qué
manera se es eficiente. Las respuestas a estas interrogantes fueron
provistas por la famosa pareja Gilbreth."
ALEXANDER
HAMILTON CHURCH
(1866-1936)
LEON
PRATT ALFORD
(1877-1942)
El
carácter de "ciencia" siempre ha sido cuestionado
cuando se aplica a la administración. Aún hoy en día,
el debate epistemológico parece no estar resuelto y se discute
qué es lo que realmente existe: ¿hay una ciencia de
la administración o solamente la administración es científica?
O, por otra parte, ¿realmente la administración es una
ciencia?
Frederick
W. Taylor fue un apasionado defensor de los principios de la administración
científica; él habló siempre de una ciencia de
la administración y sostuvo que los principios que él
divulgó eran científicos. No obstante, aún en
su tiempo, muchos se opusieron a sus ideas y conceptos y hubo quienes
negaron definitivamente que en su filosofía estuvieran implicados
algunos principios. Alexander Hamilton Church y Leon Pratt Alford,
autores de The Principles of Management (1912), eran de éstos
últimos, pues ellos creían que Taylor estaba hablando
no sobre principios, sino meramente de una simple "recolección
de axiomas y de una combinación arbitraria de mecanismos específicos".
Los
autores son extremadamente duros con Taylor, sin embargo, no dejan
de tener razón al cuestionar la naturaleza científica
de los enunciados no sólo de Taylor, sino de sus propios contemporáneos.
Hay que tomar en cuenta que el siglo XIX, sobre todo, se caracteriza
por la presencia del positivismo como filosofía dominante en
prácticamente todos los aspectos de la vida. Se trata de una
época durante la cual todos, o casi todos los practicantes
de artes y oficios, pretendían incorporar el método
de la ciencia a sus especialidades y a partir de tal incorporación,
se pretendía asistir a la fundación de nuevas ciencias.
La administración no estuvo exenta de tal prurito, y si bien
Babbage, Metcalfe, Taylor, Gantt, Emerson y los Gilbreth insistieron
en que era posible aplicar la observación, el registro, la
comparación y de ella obtener principios de aplicación
general, muchos se preguntan si tales "principios" realmente
tienen el carácter de tales, o si solo son enunciados axiomáticos.
Así,
Hamilton Church (ingeniero electricista) y Pratt Alford (administrador
industrial), postularon la necesidad de profundizar en el asunto y
en ese esfuerzo llegaron a sus Principles of Management, en los que
además, comentaron sobre la frecuente falta de relación
entre «las condiciones físicas de trabajo y la moral»,
asunto que constituye, por otra parte, una suerte de adelanto a las
conclusiones que Elton Mayo obtuviera luego de sus famosos experimentos
de Hawthorne.
No
obstante, ni Hamilton ni Pratt lograron quitarse de encima el picor
de enunciar principios y en su citada obra, insisten en impetrar tres
que ellos nombraron así:
El
principio del empleo sistemático de la experiencia.
El principio del control económico del esfuerzo.
El principio de la eficiencia personal.
Tales principios, escriben los autores, son el resultado de "un
sincero esfuerzo de descubrir y publicar los principios básicos
reguladores de la administración, con referencia especial al
taller y a la fábrica". La administración, -agregan-,
"se encuentra muy lejos de haber alcanzado la categoría
de una ciencia, en el momento actual. No obstante, ha adelantado lo
suficiente para hacer aconsejable en alto grado, una declaración
de los principios fundamentales, ordenada, aunque estrictamente provisional."
Veamos en qué consisten los tres principios.
El
Empleo Sistemático de la Experiencia
Para los autores, la experiencia "es el conocimiento de las consecuencias
pasadas. Incluye el conocimiento de lo que se ha hecho y también
de cómo se ha hecho. Está asociado inseparablemente
con las normas de rendimiento, esto es con las ideas de cantidad en
relación con cualquier método particular de hacer algo."
El gran instrumento de la experiencia es la comparación. Ahora
bien, por "empleo sistemático de la experiencia"
se quiere decir lo siguiente:«El análisis cuidadoso de
lo que se va a intentar, y su referencia a los registros y normas
de rendimiento existentes». Cuando no hay experiencia previa,
se puede acudir a la determinación experimental de datos, de
suerte que se tenga una total cobertura "del terreno", bien
por la experiencia de otros, o bien por nuestras propias determinaciones
experimentales.
Los
autores recomiendan a los administradores que al comenzar a examinar
cualquier trabajo, es necesario hacer las siguientes preguntas:
¿Qué
experiencias, en forma de métodos y normas de rendimiento,
existen ya?
¿Es nuestro rendimiento igual igual al de esas normas?
¿Está tan atrasado que compensará emplear tiempo,
energía y dinero para acercarse más?
¿Están basadas las normas existentes sobre el empleo
de las prácticas y métodos más avanzados en la
actualidad, o existe razón para suponer que la determinación
experimental de esas normas mostraría un nuevo máximo
de efectividad?
En todo momento, dicen Hamilton y Pratt, hay que tener en cuenta la
acumulación experimental de la experiencia y su valor económico.
El
Control Económico del Esfuerzo
El
esfuerzo es la experiencia en acción. Antes de poder hacer,
tenemos que pensar; será necesario "excavar en nuestros
almacenes de experiencia relacionada con la empresa propuesta".
Con la idea, procedemos a la acción.
Para
producir una acción organizada, es necesario controlar el esfuerzo
en varias formas. Estas son:
División
coordinación
conservación
y en las empresas industriales, la remuneración.
En administración, la mayor parte de las discusiones son acerca
de los diversos métodos y grados para controlar el esfuerzo
y fijar su recompensa. El esfuerzo puede manejarse de forma que genere
una organización flexible o bien rígida. Algunas veces
es necesaria la rigidez, en otras la flexibilidad.
Para
los autores, la flexibilidad significa "la fuerza de autoajuste
a sucesos imprevistos". La rigidez será, justamente, lo
contrario. Hoy en día, ante mercados abiertos y globalizados,
las empresas que no tienen la capacidad para anticiparse y adaptarse
a los cambios que impone el entorno carecen de competitividad. Las
empresas líderes no solo se anticipan y adaptan a los cambios
del ambiente, sino que llegan incluso a imponerlo.
El
Fomento de la Eficiencia Personal
La fábrica ideal, dicen los autores, "es aquella que dispone
de un buen equipo, de métodos buenos y de buenos trabajadores.
Bienestar de fábrica y de empleados están estrechamente
ligados. Por bienestar, los autores entienden "la aplicación
de un trato justo" durante las horas de trabajo y no un trato
"semifilantrópico" de "bienestar social",
como más tarde expondrían los partidarios de las relaciones
humanas. La remuneración es parte de las condiciones de este
trato justo, pero no es la única ni debe estar desconectada
de las demás. Es actitud de los administradores conducirá
a la creación de un espíritu de cuerpo, el cual si permanece
latente es ideal, y si se convierte en descontento latente o manifiesto,
es una señal de la peor de todas las administraciones.
Puesto
que para todo ser humano es importante sentir que su trabajo es importante,
constituye por lo tanto una afrenta para cualquier hombre, escuchar
que su trabajo carece de importancia y que, aunque fuese éste
un trabajo mecánico y repetitivo, constituye un factor de destrucción
de sus facultades intelectuales. Si el trabajo mecánico estuviere
embotando el intelecto, ello sería atribuible, en todo caso,
a las circunstancias y el control de éstas se encuentra, en
gran parte, en manos del patrón.
La
eficiencia personal esta determinada por varios elementos, muchos
de los cuales desafían el análisis humano. ¿Cuáles
son las condiciones más evidentes de la eficiencia personal?
La
salud física de los trabajadores: las condiciones del taller
tienen que ser tales que puedan conservar la salud.
La presencia de comedores para el alimento del mediodía y demás
auxiliares para las necesidades físicas de la existencia en
el taller.
Medidas
de seguridad en las máquinas y en las operaciones.
Además de las condiciones físicas, los elementos psicológicos
son de gran importancia, aún cuando suelen no ser evidentes.
El logro de un óptimo espíritu de grupo -como luego
señalaría Fayol-, es indispensable aunado a buenas instalaciones
físicas; sin embargo, podrían existir inadecuadas instalaciones
físicas, pero un excelente espíritu de grupo o por el
contrario, "un taller moderno primorosamente dispuesto y un personal
resentido y descontento dentro de sus paredes". El espíritu
de grupo es lo más importante.
El
personal eficiente tiene que "sentir la dirección, tener
el estímulo y la recompensa adecuadas, ser físicamente
idóneo y estar en buenas condiciones físicas, y recibir
una asignación definida de responsabilidad".
Debe haber un eficaz liderazgo.
En suma, el trabajo de Church y Alford es un trabajo con una visión
más amplia que las de sus contemporáneos. No está
centrado en el trabajo de línea operario nadamás, sino
que considera los aspectos psicológicos de la relación
laboral, y quizás a la par de Robert Owen, se les considere
fundadores de la moderna «administración de personal».
Este es el punto de vista que sostengo aquí.
Conclusiones
La administración científica es el nombre que por consenso
se puso a la administración creada y aplicada a contrario sensu
de lo que se hacía tradicionalmente en base al empirismo. Es
el resultado de aplicar las etapas del método científico
a la organización del trabajo en la línea de producción
de las fábricas y los talleres.
En
los párrafos anteriores, hemos revisado brevemente y de modo
paisajista, las contribuciones de los principales autores cuyas obras,
artículos y discursos contienen las ideas que contribuyeron
a fundar la disciplina administrativa. En ellos, destaca su perpetua
búsqueda de la eficiencia del trabajo en los niveles operativos
de las líneas de producción de los talleres y fábricas
en las que prestaron sus servicios, ya como administradores, ya como
ingenieros o ya como asesores. Al parecer, el origen de la administración
esta muy asociado al de la industria y a los ingenieros, pues la mayoría
de los autores ostentaron esta profesión.
Por
otra parte, existe un consentimiento unánime que considera
que debemos llamar «administración científica»
únicamente a la administración desarrollada durante
los años de transición del siglo XIX al XX, que son
los años del industrialismo en formación del capitalismo
norteamericano. Tampoco estoy de acuerdo con esta tesis, pues de hecho
toda la administración que se desarrolló posteriormente,
esta iluminada del sentido metodológico de la ciencia. Los
trabajos de Elton Mayo, por ejemplo, son de hecho mucho más
científicos que los de Taylor -con todos los defectos de diseño
que se les ha encontrado-, pues son los primeros en usar el método
experimental estadístico para describir comportamientos entre
dos grupos de observación, uno piloto y otro de prueba. Y esto
es extraordinariamente científico.
En
la literatura administrativa, la figura de Frederick Winslow Taylor
es en cierta forma dominante, al grado de que suele llamársele,
nada más y nada menos, que "el padre de la administración
científica". Con todos los merecimientos que este autor
pudiera recibir, no creo aquí que tal paternidad le corresponda
al cien por ciento, pues hubo autores de enorme virtud que hicieron
aportaciones tan o más importantes que las de Taylor. Ciertamente,
su nombre y figura fue más popular que las de los demás,
y sus recomendaciones, llevadas a la práctica en las fábricas
estadounidenses, alcanzaron tal éxito que su apellido saltó
a la fama en todo el mundo. De hecho, Charles Babbage y el propio
capitán Metcalfe, el único militar en la lista de los
clásicos de la administración industrial, fueron los
primeros el abordar el aspecto científico en el campo de la
administración. Babbage, al menos casi 100 años antes
que Taylor.
Por
último, comparto la apreciación crítica que Chiavenato
construye alrededor de lo que él llama "Teoría
Clásica" en relación precisamente al cientificismo
de la administración. Él dice que hay ausencia de trabajos
experimentales, lo cual demerita el pretendido carácter de
ciencia que los autores y todos los tratadistas de la materia le atribuyen
a la administración. El extremado pragmatismo con que se trata
el asunto contribuye también al inmediatismo de la experiencia
directa, lo que hace casi imposible la extensión universal
de los principios que los autores proponen.
Además,
el enfoque clásico, en el que Chiavenato incluye a Henri Fayol,
considera al hombre y a la organización, como máquinas
y desde la perspectiva de una visión "cerrada", es
decir, como conteniendo variables escasas, conocidas, manipulables
y previsibles, lo cual es imposible en el mundo real.
No
obstante, tampoco se puede dejar de reconocer la enorme importancia
que las ideas de los autores de la "administración científica"
han tenido para la construcción de la teoría administrativa
contemporánea, a tal grado que los enfoques actuales -calidad
total, reingeniería de procesos, down size, quinta disciplina,
entre otros modernismos-, no son sino meros refinamientos de las aportaciones
y prácticas señaladas por los clásicos de la
administración del período industrial, centrado en el
trabajo y en la línea de producción.
Sigue
ahora describir y analizar el trabajo de los autores que trabajaron
el segundo eje sobre el cual se ha construido la Teoría administrativa:
el eje de la estructura y la organización. De ellos me ocuparé
en el siguiente documento.
Notas
Bibliográficas
Puede
decirse, salvo mejor opinión, que fue Charles Babbage el primero
en intuir la existencia de una "ciencia de la administración".
Con sus ideas, también es posible afirmar que él es
uno de los primeros en contribuir a la formación de la teoría
administrativa.
Bunker Gilbreth, Frank en La Ciencia de la Administración enfocada
a la mejor forma de realizar el Trabajo, tomado de Science in Management
for One Best Way to Do Work, escrito presentado por el autor en Milán,
Italia, octubre de 1922.
Se trata de la célebre comisión de la Cámara
de Representantes de los Estados Unidos que llamó a Taylor
a declarar acerca de su sistema denominado "administración
científica", que tantas controversias había causado
entre los sindicatos y los medios de comunicación de la época.
Ibídem. Las cursivas son nuestras.
De hecho, estas son las variables de alrededor de las cuales giran
todas las aportaciones teóricas elaboradas desde los tiempos
de Babbage hasta las épocas actuales.
S, George, Clande, Jr., Historia del Pensamiento Administrativo, Prentice
Hall, México, 1974, p. 47.
Ibídem.
Ibídem.
Mantoux, Paul, The Industrial Revolution in the Eighteenth Century,
citado por S. George, op. cit., p.55.
S. George, op. cit, p. 56.
Babbage,
Charles en On the Economy of Machinery and Manufactures, 1832. Babbage
se anticipa incluso a Fayol, al afirmar que la administración
"puede enseñarse".
En
Merril, op. cit, p. 31 y, a su vez, tomado de Babbage, en On the Economy...,
capítulo XVIII, pp.121-140.
F. Merril, Harwood, Clásicos en Administración, Limusa,
México, 1971, p. 47.
Ibídem
Evidentemente,
Metcalfe no dice que la administración sea en sí misma
una ciencia, sólo afirma que lo que existe es "una deuda"
de la administración, que no es lo mismo, ni tampoco lo que
quiso decir.
Si
Metcalfe antecedió a Taylor en sus contribuciones científicas
a la administración ¿por qué éste último
pasó a la historia como el "padre de la administración
científica"?
Metcalfe,
Henry, La Ciencia de la Administración, en F. Merril, op. cit,
p. 49.
Industrial
Management, The Engineering Magazine, LXI, Chicago, 1921, p. 232.
Citado
por Merril, op. cit, p. 59.
Op.
cit, p. 80.
Tomado de Merril, op. cit, pp 77-78. Las cursivas son nuestras.
En Entrenamiento de los obreros en hábitos de diligencia y
colaboración; diciembre de 1908.
Ibídem
Ibídem
Gantt.
H.L, En La separación de rutas, tomado del libro Organizan
for Work, Harcut Brace & Howe, N. York, 1919, citado por Merrit,
op. cit, p. 131.
Gantt,
H.L., en La separación de rutas, tomado del libro "Organization
for Work, N. York, 1919.
La
ciencia de la administración..., op. cit, citado por Merrit,
p. 209.
Ibídem.
Aspecto
que, por cierto, no ha sido tratado en ninguna otra parte y que en
mucho enaltece el pensamiento de Gilbreth.
Dillanés
Cisneros, María Estela, Edición Internet, Gestión
y Estrategia, Departamento de Administración, UAM-A, en «Historia
del Management 1: La gerencia racional - científica: en busca
de la eficiencia".
Merril, op. cit., p. 166.
En
Ameritan Machinist, Vol. 36, Núm. 22, mayo de 1912, pp. 857-861.
Ibídem.
Ibídem.
Esta
idea es muy importante para la planeación estratégica
actual. La finalidad de la administración moderna es diseñar
organizaciones flexibles -y además planas-, en el sentido de
que tengan suficiente capacidad de respuesta a los cambios del entorno.
Nota del autor.
Chiavenato,
Idalberto, Introducción a la Teoría General de la Administración,
tercera edición y segunda en español, McGraw Hill, Colombia,
1981, pp. 93-98.
Cuauhtémoc
Molina García
Regreso
a la página principal